Por Norma Guadalupe Salgado Miranda (*)
Adentrarnos un poco en la literatura especializada sobre las diferentes discapacidades que atienden hoy en día la educación pública y con las que algunos menores llegan a esta etapa preescolar o inicial, nos arroja datos interesantes que asumidos y determinados en la experiencia de muchas maestras de este nive, nos obliga de alguna manera a tener, por ejemplo, una característica esencial:
✓ La empatía/ como base y prerrequisito. Y si esto no es posible por diversas razones, muchas de ellas comprensibles por desanimo o escaso conocimiento del trato adecuado a este tipo de condición, es vital no hagamos más que estar ahí ✓ sin juzgar y ✓sin violentar sus derechos fundamentales a convivir en un grupo integrado.
La experiencia de más de 30 años en este nivel educativo sin ser especialista, nos hace coincidir en aseveraciones muy racionales y críticas como aquellas que afirman que “no solo son las interminables terapias, citas, estudios, clases particulares, repaso en fines de semana, buscar material y la forma divertida para aprender, siempre en busqueda de otra forma, si no luchar contra el mundo exterior, donde no hay inclusión aunque lo prediquen y lo enaltecen, no lo hay, en muchos casos solo es una estrategia para adquirir promoción, pero realmente ni siquiera están preparados para ayudarlos en el proceso”
Esta súplica muy común se circunscribe a una necesidad por una sociedad más receptiva y consciente, con familias más integradas al manejo de personas con discapacidad, tenemos que poner ya en primer plano esta idea de cohesión familiar en beneficio de ellos y ellas.
Independientemente de los por qué se presentaron tal o cual discapacidad, todos estamos expuestos a vivirla directamente.
Solo me resta decir que la vida es azarosa por lo cual no estamos exentos definitivamente, por lo que nuestra capacidad para asumirla es un verdadero reto.
(*) Maestra de Educación Preescolar por más de 30 años de experiencia en el municipio de Los Cabos