De acuerdo con el maestro Carlos Medina Castellón, responsable del Taller de Danza Folklórica de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), las fiestas de los pueblos nacieron como parte de las comunidades que no eran de la aristocracia o de un sector económico pujante.
Más bien, explica, era sobre todo gente trabajadora del campo o encargada de las labores domésticas, quienes, intentando replicar lo que hacían sus “patrones”, lo llevaban a sus comunidades dándole un contexto más económico, pero con un sentido mayor de fiesta, de alegría y de socialización.
Como Baja California Sur era un lugar donde existían grandes distancias entre pueblos o ranchos, las festividades se hacían con antelación, ya sea para celebrar a un santo patrono, un bautizo o una boda, revela el tallerista universitario.
“Lo que hacían es que de las rancherías vecinas llegaban al pueblo para llevar a cabo un festejo y estos se postergaban hasta por dos o tres días. Las personas dormían en el lugar y continuaban a la mañana siguiente. Sin duda, era algo muy social”.
El maestro Carlos Medina señala que, a partir de estos bailes, que se identificaban con las actividades sociales y que hoy componen al folclore, fueron creadas danzas representativas basadas en las acciones que desempeñaba la gente o bien indumentarias y enseres de uso cotidiano.
Por ejemplo, cuenta que la “danza de los cañeros” refleja la siembra o la cosecha de esta planta. A su vez, la “danza de las cueras” se basa en la vestimenta típica que el ranchero sudcaliforniano usaba para no pincharse las piernas con las choyas, o con el tipo de flora y fauna que existía en el lugar.
Como dato curioso, refiere que en BCS nunca hemos tenido un traje representativo estipulado, más bien han sido ideas de maestros que, a través del tiempo, lo han diseñado a partir de sus interpretaciones, inclusive floreado, aunque éste llegó a BCS después de 1920.
Como responsable del Taller de Danza Folclórica, Medina Castellón alude que no sólo trabajan en la difusión de esta importante actividad cultural, sino también en procesos de investigación, a fin de darle un sentido histórico, estético y etnográfico para mantener viva esta tradición que nos otorga de alguna manera identidad y refleja la evolución que tenemos como sociedad.
Y esto no se limita a los bailes propios de nuestro estado, sino también a aquellos que nos hemos apropiado, como la “danza del conejo”, que es originaria de Sinaloa. “Esto es importante destacarlo, pues somos una entidad que tiene muchas culturas arraigadas, gracias a la gente que llega de otros lugares y esto nos ha enriquecido sin duda”, puntualizó.